Si
voy a la bahía del Éxito de Laureles a preguntar por Jorge, me van a decir: ¿quién
es ese?, pero si pregunto por Velorio, me van decir que espere la
420.
Jorge
es trigueño, no muy alto y el tiempo le ha hecho surcos en la piel antes de
tiempo. La exposición constante al sol le ha oscurecido unas partes del cuerpo
más que otras. Tiene una cicatriz en la base del tabique porque una vez se le
cayó la tapa del motor del bus sobre éste. Sus labios están resquebrajados por
el paso de los años pero eso no le quita su sonrisa y relajo.
Dice
que exactamente no sabe cuántos años lleva chiviando, que serán unos 20
o 25. Yo me atrevería a decir que son 20, porque para sacar pase de quinta
categoría se necesitan 20 años y él tiene 42.
Según
cuenta, quiso ser conductor desde niño, desde que jugaba con carritos y
su primer trabajo fue manejar la camioneta de un tío.
A
su edad aún está soltero. Es lo que comúnmente se llama viato. En todo
el sentido de la palabra. Afirma que no se casó porque simplemente no llegó la
indicada. Además, es un viato bastante ordenado con su dinero, porque a
pesar de que él lo niega, varias personas en la ruta aseguran que tiene plata.
A
veces altivo, a veces humilde, en el fondo no deja de ser un niño que se ríe
por todo. Un niño montado en un bus que le gusta salpicar a la gente y partir
las tablas que tiran debajo del puente de la Plaza Minorista.
A
pesar de que sus años de experiencia lo acreditan como uno de los más
sobresalientes conductores, él asegura que no lo es. Aunque una cierta vez le
cuestioné el no parar en el Disco a recoger un moño de gente y me
respondió: ¿Me va a venir a enseñar o qué? Quizá no lo acepte
abiertamente pero él bien sabe que alguien con su altísimo promedio en la ruta,
es el mejor.
Maneja
la 420. La envidia de muchos. La 420 es la 420 y lo es
simplemente porque es el bus que más corre de todo Circular Sur. Salirle
adelante es misión imposible. Es un bus International que no posee su motor
original, en reemplazo de éste tiene un motor Nissan 205. El mejor chivero
tiene el mejor bus.
Tiene
unos dientes dignos de total envidia y una caballerosidad inexistente en los
hombres de este siglo, a tal punto de llegar a darme la comida. Pero contrastante
con este caballero hay un hombre que monta los codos a la mesa y es bastante
grosero con sus demás compañeros hombres, que tacha a los nuevos de bobos y los
espera esperados ―esperar esperado a alguien es dejarse ver la cola del
carro con el objetivo de que el otro se enganche con uno y así no recoja
pasajeros en el camino―.
El
apodo de este hombre nació de una situación bastante cómica. Luego de su primer
año de trabajo, pidió un caimán para que lo reemplazara y solía sacar
sus días libres con la excusa de que se le había muerto alguien… un tío, una
tía, un primo, una prima… Como vivía en velorios, lo dejaron Velorio.
Según
él, el secreto para llevar tantos años chiviando es amar lo que se hace. Así de
simple. Su mayor hazaña es diga de un héroe: "Hace como tres meses venía
por las Vegas y la gente me estaba haciendo escándalo pero yo no entendía por
qué. Hasta que una muchacha fue y me dijo: Es que a un señor le dio un
patatus. Venía en el INEM del Poblado, hice un prohibido en el puente de la
4Sur y me metí a la Clínica Las Vegas con bus y todo".
Comenta
que en otra época de la vida le hubiese gustado ser un dueño, pero que ya no
sueña con eso "porque el chiveo se está poniendo muy duro y ya no deja lo
mismo que antes”. Entiendo perfectamente su sentir, cuando él entró lo normal
eran mil pasajeros diarios, ahora… mover 800 es una proeza digna de
diploma.
Prefiere
las motos porque los carros son como una moza que no da nada. A su
percepción, lo único que hacen es comer plata y nada más.
Sólo
desayuna. Su almuerzo es tinto y cigarrillo. A pesar de ello, no huele a
tabaco. Fuma Boston porque el Marlboro es muy fuerte y masca chicle todo el
día. Hizo hasta quinto de primaria porque no le gustaba estudiar. Dice que en
la escuela la maestra le pegaba mucho con la regla y eso le disgustaba
bastante.
No
le gusta la pernota y se le notan los nervios en su manía de prender y apagar
el timbre constantemente. Su risa, a veces burlona, resulta insoportable para
algunos. Y estoy segura que mientras pueda seguirá siendo el mismo sardinero y
el mismo buen chivero.
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