viernes, 18 de mayo de 2012

Blancanieves

Era una chica blanca como la nieve, de cabello negro y labios rojos, sus amigos la apodaban Blancanieves.
Esta chica tenía una debilidad. Los hombres de baja estatura.
El primero de su lista era Fernando. Un tipo con modo, cabello rubio y ojos del color de la hierba. A pesar de que la trataba muy mal, la chica le quería. Pero este caballero tenía un defecto: era drogadicto.
El segundo, era un tipo algo pasado de peso, con el cabello largo y cara afeminada. Se llamaba Sebastián. Era un músico, tenía una buena posición económica y era tierno. ¿Qué era lo malo de Sebas? Se acostaba con cuanta nena bonita se cruzara por sus narices, aunque esto a la chica no le afectaba. Se daban la pelea entre los dos por infieles.
El tercero era el que se suponía, era el novio oficial de la chica. Se llamaba Arley. Un tipo sensible y cariñoso que le escribía canciones, aunque tenía un egoísmo innato y unos celos casi enfermos. Era el pobre idiota que tenía unos cachos del tamaño del teatro Carlos Vieco.
Porque sí, nuestra chica no era ninguna santa, sostenía relaciones con todos los señores mencionados arriba y otros cuatro que estoy por enumerar.
El cuarto de la lista se llamaba Juan Pablo. Era modelo. Todo un friki, su adicción era el Need for Speed. Pero este chico, de apariencia casi perfecta, tenía un problema, le gustaba el alcohol y llamaba a nuestra protagonista a altas horas de la noche a decirle estupideces.
Seguiré con el quinto, un ingeniero de sistemas que por cosas de la vida manejaba un bus. Su nombre era Steven y era un tipo con la típica pinta común, a pesar de que sus facciones no lo fuesen. Su defecto: era muy frío y a la señorita esto no le gustaba de a mucho.
El sexto era su profesor favorito. Un tipo mayor que no aparentaba los años que tenía. Germán se llamaba. Esta era quizá su relación más caótica y peligrosa, pero que le importaba. Si era capaz de jugar con siete tipos a la vez era capaz de mantener una relación a escondidas.
Y, por último, pero no menos importante, en la casilla número siete estaba Alejandro. Un puberto menor que ella, tenía 16 años y aún estaba en el colegio. Era un adicto al gimnasio. Su defecto: tenía novia.
Nieves, como le llamaban sus amigos para acortar su apodo, hacía malabarismos con su tiempo para que ninguno la descubriera pero poco a poco fue cometiendo errores que la delataron con cada uno de sus amados.
Un día, Sebastián la llamó estando con Fernando y ahí le acabó la cosa con el segundo. No es normal que llames de maneras muy tiernas al que es supuestamente tu mejor amigo.
Sebastián la dejó luego de ver sus historiales de conversación en su portátil. Como se le notaba lo que era al hablar, al escribir, al expresarse. A todos les decía exactamente lo mismo que le decía a él.
Arley, bueno, Arley se separó de ella luego de encontrarla en su cama con Sebas. No fue una escena divertida ver llorar al chico que la amaba. Pero Arley, fue quizá el más astuto de todos, los busco a cada uno para encarar a la descarada chica.
Juan Pablo la abandonó por jugar PlayStation. Su vida friki no era compatible con ella. Luego se enteró que la chica salía con varios hombres a la vez y se sintió orgulloso de su decisión.
Steven fue a buscarla un día, y como la madre de Blancanieves le quería mucho, la delató. No le parecía justo que un buen chico viviera engañado por su hija.
El sexto en la lista, le dejó porque su puesto de trabajo estaba en peligro por ella. Luego se enteró de las andanzas de la señorita de cabello azabache y la maldijo por lo que le restaba de existencia.
Por último, Alejandro la dejó por su novia. A diferencia de ella, no era capaz de sostener dos relaciones a la vez.
Estaban reunidos, Arley los había logrado localizar a todos. La esperaban a la salida de su universidad. Siete hombres reunidos para decirle una sola cosa a la chica al unísono: ‘’Eres una cualquiera’’.
Nuestra protagonista aparecía en la puerta cuando los vio. Ya no podía escabullirse. Debía enfrentar las consecuencias de sus actos. Al pisar la acera de ingreso del campus donde estudiaba, los siete chicos se le pararon al frente, cual ladrón frente a su víctima. A Nieves se le salieron las lágrimas. Observar el daño que había  hecho le hacía retorcer el estómago y le destrozaba el alma. Rompió en llanto antes de que le pudieran decir cualquier cosa. Solo pudo modular ‘’perdón’’ mientras salía corriendo. Había acabado siete hombres y con ella misma a la vez.



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