viernes, 18 de mayo de 2012

En los zapatos de un conductor


Huele a jabón. También a gasolina. Un hombre, comúnmente llamado alistador, está limpiando los restos del diluvio que ha caído sobre la ciudad. También embetuna las llantas y brilla la registradora, mientras al otro lado, alguien le observa. El hombre que maneja el bus que están alistando.
Para este personaje, su día empezó hace unas horas, cuando Medellín aún se veía de noche. A eso de las 3:00 a.m. se debe parar de la cama para ir a su larga jornada de trabajo.
Son las 11:00 a.m., van cuatro viajes y quedan cuatro para completar una tabla de ocho viajes diarios. Es un descanso, más o menos extenso que permite, al menos, ir al baño.
Son las 11:30 de la mañana. Es hora de dejar la zona de confort que brinda un restaurante de clase media para seguir en el trabajo. El turno es de 11:40 a.m. El Éxito de Laureles aguarda la llegada de los buses de Circular Sur 303.  Otro hombre, al que le llaman despachador, escribe en la tarjeta la hora de salida. En esta ocasión no hay trasbordo, lo cual es una suerte. "Es que ese coca’o pesa mucho por San Juan", es la frase para designar al trasbordo y como su peso influye en la velocidad del carro.
En la avenida San Juan, se empiezan a ocupar los puestos que salieron vacíos de Laureles. El odiado semáforo de la glorieta de esta avenida marca ámbar. Pero es mejor "comérselo a que te alcance el arriero". 
En este punto del trayecto me pregunto: ¿Por qué las mujeres se pegan del timbre? ¿Acaso da leche? Que yo sepa, no. Tampoco frena. Ese sonido agudo lo único que hace es fastidiar si se oye en repetidas ocasiones.
Iglesia de San José. Una de las dos paradas permitidas en la concurrida avenida Oriental. Pocas personas se bajan allí y pocas se suben. En esta parada se sube una chica bastante bonita. Amo la cara de estúpido que pone el hombre que va a mi lado. Pero hay una falla. La chica se hizo muy atrás y no "espejea".  Dícese de "espejear" a la acción de mirar a través de los espejos retrovisores, generalmente el del centro. Normalmente, cuando a una chica le atrae el tipo que va sentado al volante se siente en la primera banca a la izquierda del bus. Luego, probablemente, empiece a mirar a través de los espejos. Dentro de mis cavilaciones, podría asegurar que probablemente, la chica pensó que soy la novia del hombre que va a mi lado. Suenan cornetas. El típico trancón de la avenida Oriental se hace más que evidente. A pesar de no tener un horario o como se le llamaría en la jerga de los llamados chóferes  un reloj, hay que correr. Atrás viene otro conductor queriéndose llevar tus pasajeros.
"Edificio de los Espejos", dice una voz masculina a un volumen alto. Sube y baja gente. La puerta de atrás se cierra. No es momento para un informe a la hoja de vida por ingreso de pasajeros por la puerta trasera. Hay que seguir el camino. El bus aja por Sandiego y llega a Punto Clave, lugar donde empieza la avenida Las Vegas.   
Otro taco. Este también es común. Y así, como también es común este trancón, también es bastante común, en ciertas ocasiones montar el bus al andén para avanzar. No se nota demasiado, pero sí se siente algo el pequeño brinco. Este bus, es un International, algo viejo, por lo tanto su sistema de amortiguación no es precisamente el mejor.
"El Poli". Otra parada. La bahía del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, aloja a estas maquinas al menos dos minutos mientras llega el bus que viene atrás. Aún hay poca gente, pero falta una gran parte del trayecto.
Segunda Doble. Bajo. Segunda Sencilla. Clutch. Es hora de ir a "hacer pereza" a la Universidad EAFIT. Otra bahía que se ocupa un buen rato. Chicos y chicas van y vienen. Se empiezan a notar llenas las sillas.
En el puente de la Aguacatala espera más gente. Y acá empieza, lo que yo llamo jugar a las carreras con buses.
Hay que recorrer Belén y lograr llegar al Éxito de Laureles en 25 minutos y llenar los puestos. El Puente de la avenida 80, la Clínica Las Américas y la Clínica Saludcoop son otras conocidas paradas.
Adelante te vienen "tallando" y mientras el de atrás trata de "soplarte". Es hora de poner a correr al carro a lo que más dé. 
La iglesia de Santa Gema anuncia el final del trayecto. Resta sólo una glorieta para llegar al Éxito de Laureles.
Se avista el dichoso almacén que hace las veces de paradero.
"Pasen al carro de adelante" anuncia una voz bastante grave. Es hora de que los pasajeros realicen trasbordo. Mientras, el hombre que iba a mi lado le anuncia al despachador que va a ir al taller. "Cucho, es que necesito que le cambien el filtro". El despachador asiente y le deja ir.
Son las 12:50 p.m. El recorrido dura una hora y 10 minutos. 

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